lunes, 22 de abril de 2024

Yo soy la mártir sacrificada

 Yo soy la mártir sacrificada

en bien de todos desde el nacer
que de los míos he sido odiada
y aún de la misma que me dio el ser.
Soy una madre de tres hijitos
que yo me afano para educar
con el producto de mis versitos
que sólo el bueno sabe apreciar.
Soy de poetisas la más divina,
de las habidas y por haber,
porque del cielo vienen mis rimas
para libraros de Lucifer.
Soy la que juzgan alucinada
los desgraciados faltos de fe
que con estudios no hacen nada
y yo sin ellos todo lo sé.
Yo soy la diosa del siglo actual
y no lo pueden reconocer
porque me falta tener metal
al que atribuyen tanto valer.
Clorinda Gaviola Calle, poetisa mendocina, con su valija de versos, que vende por la calle y a domicilio, "destinándolos a la venta pública por la modesta suma de un peso o cuando más de 1.75 moneda nacional..." Mendoza, 1909. Fotografía publicada por Caras y Caretas n° 567, 24 de abril de 1909. AR-AGN-CyC01-Caja 236-Inventario 400902".
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sábado, 13 de abril de 2024

Barro entre los insomnes dedos de Dios

 

Balam Rodrigo, Libro centroamericano de los muertos

Introducción de Carolina Mauriello

 

Balam Rodrigo nace en 1974 en México, en Villa Comaltitlán, a pocos kilómetros de la frontera con Guatemala. Su nombre, Balam, en lengua maya mochó, significa “jaguar” y procede del Popol Vuh, el gran libro cosmogónico del estado de Chiapas, la recopilación de mitos y leyendas de los varios grupos étnicos que habitaron la tierra Quiché. Licenciado en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional Autónoma de México, empieza su carrera como poeta después de haber cumplido treinta años: desde el principio de su carrera se demuestra un escritor ecléctico, su búsqueda estética es libre y crea una poética abierta, no canónica, en la que confluyen, además, las tradiciones mexicanas. Escribe poesía en prosa, visual, rica en elementos científicos y teológicos, y experimental, derivada de sus investigaciones personales e inspirada, en un primer momento, también en los collages del artista plástico estadounidense Joseph Cornell.

La poesía de Balam Rodrigo forma parte del panorama literario centroamericano y, más concretamente, de la tradición de la literatura documental y de la poesía testimonial. No por casualidad, autores que reivindican a través de la poesía la lucha contra los poderes ilegítimos, las iniquidades y las prepotencias  cometidas por el estado, como Bañuelos, Óscar Oliva y Roberto López Moreno han influido en sus escritos.

En 2018, Balam Rodrigo publica el Libro centroamericano de los muertos, segundo de una trilogía, gracias al cual gana el “Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes”. En esas páginas propone una colección testimonial de poemas de carácter social con el objetivo de dar voz a los migrantes centroamericanos, tanto a los que fallecieron sin nombre como a los que, por algún tiempo, vivieron en casa de sus padres. Cada poema está dedicado a la historia de una persona diferente. Por tanto, en la obra aborda el fenómeno de la migración centroamericana dando sentido a las vidas de los migrantes, en un estilo intertextual evidente en los entrelazamientos de la poesía con la crónica y la autobiografía. La voz poética de Balam Rodrigo es transparente: su palabra se condensa, se vuelve clara y encuentra un tono fuerte y expresivo. La colección se abre con una sección dedicada a Guatemala, y luego continúa con secciones dedicadas a San Salvador, Honduras, Nicaragua y México.

El primer poema, aquí disponible, cuenta la historia de un migrante guatemalteco muerto sin indentidad mientras intentaba cruzar México para llegar a Estados Unidos, y contiene una referencia implícita a dos textos que influyeron en la construcción de la obra: Pedro Páramo de Juan Rulfo y el Popol Vuh. En concreto, el íncipit es una clara referencia al preámbulo del Popol Vuh que dice: “Este es el principio de las antiguas historias de este lugar llamado Quiché” y el séptimo verso recupera el comienzo de Pedro Páramo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre”.

 

 

Los poemas de Balam Rodrigo se reproducen aquí con el amable permiso del autor.

Traducción al español de la introducción de Ilaria Quattrociocchi.

 

 

 

14°40’35.5”N 92°08’50.4”W - (SUCHIATE, CHIAPAS)

 

Este es el origen de la reciente historia de un lugar llamado México.

Aquí migraremos, estableceremos la muerte antigua
y la muerte nueva, el origen del horror,
el origen del holocausto, el origen de todo lo
acontecido a los pueblos de Centroamérica,
naciones de la gente que migra.

Vine a este lugar porque me dijeron que acá murió mi padre
en su camino hacia Estados Unidos,
sin llegar a ver los dólares ni los granos de arena en el desierto.

Bajé de los Cuchumatanes, desde los bosques
de azules hojas de la nación Quiché,
desde la casa en donde habitan la niebla y los quetzales
hasta llegar, cerca de Ayutla, a la orilla del río Suchiate.

Abandoné el olor a cuerpos quemados de mi aldea,
la peste militar con sus ladridos de “tierra arrasada”
mordiendo hueso y calcañar con metrallas y napalm,
su huracán de violaciones y navajas
que aniquilaba a los hombres de maíz con perros amaestrados
por un gobierno que alumbra el camino de sus genocidas
con antorchas de sangre y leyes de mierda.

Hui del penetrante olor a odio y podredumbre;
caminé descalzo hasta el otro lado del inframundo
para curarme los huesos y el hambre.

Nunca llegué.

Dos machetazos me dieron en el cuerpo
para quitarme la plata y las mazorcas del morral:
el primero derramó mis últimas palabras en quiché;
el segundo me dejó completamente seco,
porque a mi corazón lo habían quemado los kaibiles
junto a los cuerpos de mi familia.

Dicen algunos que en la ribera de este río
se aparece un fantasma, pero yo sé que soy,
que he sido y seré, el unigénito de los muertos,
guardián de mi propia sombra, negro relámpago de mi pueblo,
bulto ahogado en esta poza en donde inicia Xibalbá.

Dos fichas de cerveza Gallo pusieron en mis ojos:
todos los días veo cruzar por estas aguas a los barqueros de la muerte,
a los comerciantes del dolor que llevan en sus canoas de tablas
y cámaras de llanta las almas de los migrantes
enfiladas puntualmente hacia el tzompantli llamado México.

Dicen polleros y coyotes que ven mi fantasma en la ribera,
por eso se santiguan y rezan al cruzar las aguas rotas
de este espejo seco en el que escriben su nombre
con el filo estéril de las hachas votivas.

Todos los días veo pasar a las hileras de muertos,
a los que migran sin llegar a Estados Unidos:
parvadas de cuerpos en pena, tristes figuras humanas,
barro entre los insomnes dedos de Dios.

Yo, primogénito de los migrantes muertos,
los recibo con un racimo de filosos machetes
en lugar de brazos, iluminado por la cara oculta
de esta luna leprosa:
bienvenidos al cementerio más grande de Centroamérica,
fosa común donde se pudre el cadáver del mundo.

Bienvenidos al abierto culo del infierno.

 

©Balam Rodrigo, Todos los derechos reservados, 2018

miércoles, 20 de marzo de 2024

Si puedo dejarte ir

 Si puedo dejarte ir como los árboles dejan ir

Sus hojas, tan naturalmente, una por una;

Si puedo llegar a saber lo que ellos saben,

Que la caída es alivio, es consumación,


Entonces el miedo al tiempo y a la fruta incierta

No perturbaría los grandes cielos lúcidos,

Este otoño extrañísimo, dulce y severo.

Si puedo soportar lo oscuro con los ojos abiertos


Y llamarlo estacional, no áspero o extraño

(Porque también el amor necesita un tiempo de descanso),

Y como un árbol estarme quieta ante los cambios,


Perder lo que se pierda para guardar lo que se pueda,

La extraña raíz todavía viva bajo la nieve,

El amor resistirá ­si puedo dejarte ir.


May Sarton

Trad Diana Bellessi 



sábado, 16 de marzo de 2024

Ya no está sola lapiedra

 

MIGUELÁNGEL MEZA

 ITA HA’EÑOSO / YA NO ESTA SOLA LA PIEDRA, 1985 - Poemario de MIGUELÁNGEL MEZA


ITA HA’EÑOSO / YA NO ESTA SOLA LA PIEDRA, 1985 - Poemario de MIGUELÁNGEL MEZA

ITA HA’EÑOSO/ YA NO ESTÁ SOLA LA PIEDRA

(Edición bilingüe)

Poemario de MIGUELÁNGEL MEZA

Traducción al castellano de

CARLOS VILLAGRA MARSAL,

J.A. RAUSKIN y el autor.

Colección Poesía, 37

© Miguelángel Meza

Alcándara Editora

Edición al cuidado del autor, J.A.R., M.E.V.M., C.V.M. y M.A.F.

Diseño gráfico: Miguel Ángel Fernández

Viñeta: Carlos Colombino

Tiraje: 750 ejemplares

Hecho el depósito que establece la Ley 94

Se acabó de imprimir el 25 de setiembre de 1985

en los talleres gráficos de Editora Litocolor

Asunción, Paraguay (93 páginas)

 

 

Y tanto se da el presente

Que el pie caminante siente

La integridad del planeta

JORGE GUILLÉN

 

Desde la animación cosmogónica al glacial cataclismo del tiempo, la poética de MIGUELÁNGEL MEZA (Caacupé, 1955) inscribe la asistencia del hombre al planeta; acompañándolo, el horizonte y la arena, los astros y el agua danzan lentamente, investidos en una grave luz de origen, en convocatoria sucesiva que no excluye la piedad o el cariño hacia las otras criaturas trajinantes en la luz de esta tierra. Con tales apetencias, compuestas durante un porfiado combate semántico donde la precisión puede con la violencia, ITA HE’EÑOSO configura el más importante propósito de modernidad en nuestra poesía culta en guaraní de los últimos cuarenta años, constituyéndose por ello mismo en un libro renovador, en la acepción generosa del vocablo. Dos palabras sobre la versión en castellana de estos poemas: hemos trabajado, en lo posible, con criterios de equivalencia antes que de literalidad, procurando además trasvasar las músicas del original mediante el uso frecuente de los metros españoles de arte mayor, así como de los populares, valiendo como buen ejemplo el octosílabo que traduce el título: YA NO ESTÁ SOLA LA PIEDRA.

ALCANTARA congratula con justa efusión a MIGUELÁNGEL MEZA por su poemario – inaugural en muchos sentidos-, deseándole la victoria de crítica y lectura que debe esperar.




APU

-pytû kupýgui.

 Pytû...

Ajejopypa.

              Cheño gueteri.


Hy py

mba'e hû puku

              Ajéiko!

              Cheño gueteri.

Tuicha ro'y anambusu.

Hypy.

Aku'e sapy'a.

Apáy.

              Cheño gueteri.


Heta ake chepype.

Asê.

Aku'e.

Heta ake chepype ra'e.

               Cheño gueteri.


Asê.

Ajupi.

Añakârapu'â sapy'a.

Asê.

Aku'e.

Apáyma ra'e.

               Cheño gueteri.

               Cheño gueteri.


APAREZCO

-viniendo de las entrañas de lo oscuro.

 Qué oscuro...

Todo me oprime.

Aún estoy solo.


Qué honda

esta larga tiniebla.

Cierto:

aún estoy solo.

Es vasto y denso el frío,

honda la tiniebla.

Súbitamente me muevo,

estoy despierto.

Aún estoy solo.

Qué mucho he dormido en mí mismo.

Salgo a la vigilia,

me muevo.

Verdaderamente he dormido mucho

en mí mismo.

Aún estoy solo.


Salgo,

subo.

Súbitamente levanto la cabeza.

Salgo,

me muevo.

Verdaderamente

estoy despierto.

Pero aún estoy solo.

Aún estoy solo.

martes, 12 de marzo de 2024

Mi nombre dicho por él sonaba como un presentimiento

 

Poesía joven de México: Clyo Mendoza Herrera

En esta ocasión presentamos algunos poemas de Clyo Mendoza Herrera (Oaxaca, 1993). Estudia Letras Hispánicas. Sus poemas han aparecido en antologías nacionales como Poetas parricidas (2014), de la editorial Cuadrivio, en Asamblea de cantera (2014), de la editorial Cantera verde y en la Antología en Homenaje a José Emilio Pacheco (2009), de la misma editorial.

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Nombres de sombra

(Fragmento)

 

 

I

Después de que se fue los árboles habían decrecido en la penumbra.

En mi sombra vi una niña mojada que se abrazaba a sí misma, me desconocí. Esa tarde no había caído ni una gota de agua y en mi bolso sonaban las llaves como dientes adosados. Cerré los ojos y al fin vi su nombre. Su nombre. Un auto iba a atropellarme, crucé de prisa la calle. -Su nombre, como una sombra o un felino transparente.

Desde que se fue sólo sé descender, volvió la ceguera y mis sueños de mujeres apiladas y heridas.

Ya no hay llanuras blancas ni veneros. Entonces pronuncio su nombre. Comulgo con su nombre.

Lo obligué a irse.

Por qué.

 

Tenía amor, tenía miedo.

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II

Habíamos caminado otra vez nuestra montaña blanca. Hincó el dedo en la cal y entró como una espina. El aleteo de los tordos elevó un polvo que parecía leche. Me agaché a ver cómo salía agua del hoyo que estaba abriendo usando su dedo como una broca. Bebimos y volvimos a caminar. Otro sueño se empalmó a ese sueño: un hombre pintado todo de negro (olía a petróleo) estaba sentado en una esquina contando chistes.

 

Entró una señora en la carnicería y dijo:

– Quiero la cabeza de cerdo de allí.

Y contestó el carnicero:

– Perdone señora, pero eso es un espejo.

Otro hombre acercó un cerillo al payaso negro y éste se prendió en menos de un minuto hasta quedar hecho un muñón oscuro que apenas y se alcanzaba a ver en la noche. Se escucharon sapos o risas.

Alguien señaló una estrella remotísima. Miré.

Al volver la vista él me ofrecía agua con el cuenco de su mano.

 

Debemos encontrar agua, amor, o arderemos por el sol del desierto, dijo.

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III

El día que conocí a No el viento iba entre las cosas como un ser vivo. Me gustó su nombre: Me llamo No, luego me dio un beso en la mejilla y me apretó la cintura con los dedos. Caminamos juntos un rato en el parque en el que paseaba a mi perro. Luego nos recostamos bajo una secuoya y nos besamos. Camino a casa noté que el boomerang de mi perro tenía impreso en tinta blanca: ORACLE. Pensé que la presencia de No me hacía notar los detalles porque escuché a las aves rápidas y vi a los amantes conmovidos.
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IV

El muchacho del sueño siempre fue distinto a No. Empezando porque tenía el cabello corto, pero un mechón suave cubría a medias el ojo izquierdo. Con su ojo claro podía ver a los muertos y con el otro encontraba los veneros enterrados en la llanura blanca. Dicromía. Verlo a ambos ojos me hacía sentir con un pie sobre el aire.

-Yo te sere inútil

-No lo entiendes, Nina. Nosotros siempre compartiremos esta enorme casa-

Y señalaba el desierto blanco.

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V

Nuestra historia no fue una historia de amor, fue una historia de sexo.

A No lo seguían las hormigas como si fuera agua. Hacía calor entonces. Mucho calor. Pero nunca abría las ventanas de su casa. Estaban cientos de muertes, sangre y diamantina en sus sábanas, en las que dormíamos desde que lo había conocido. Yo dormía y sudaba bajo su pierna de hombre que nunca caminaba.

A esa hora en esa fecha mi corazón se dañaba con él. Estaba poseída por su olor a fruta podrida y el sabor agrio de su espalda. Él ponía su pesada pierna en mi cadera y yo dormía bajo su peso de gigante, soñando una y otra vez con el que caminaba sobre la tiesa llanura de hueso.
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VI

Amor, venimos juntos. Juntos a dónde vamos

 

No habían pájaros ni mujeres. No habían montañas o árboles para escalar. No habían secuoyas. No habían muros. Estábamos solos caminando sin saber a dónde. No necesitábamos comer, sólo necesitábamos el agua que él sacaba como una gasa de la tierra. Dormíamos de espaldas o boca abajo con miedo a lo inmenso porque ningún hombre nos tocaba. Estábamos juntos, estábamos solos. Habíamos nacido ahí de pronto y en silencio sobre el hueso gigante del desierto. Déjame sentir el ritmo de tu muerte, dijo. Puso su boca en mi pezón y otro sueño se interpuso.

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VII

No estaba intentando entrar. -Abre la puerta, abre el vientre- Estaba jugando otra vez a ser la roca. -Vete, No, estaba soñando algo importante-. No ya estaba desnudo, atraía a las moscas.

Quité su pierna gigante de mi cuerpo. Pero otra vez me agarró con ella y atrajo mis muslos a su centro. -Ábrete, semillita-. Me sujetó con su pierna de plomo. -Sólo quiero dormir, No. Suéltame-. Mi carne se abrió. Él ya estaba ahí, inundándome. -A-, dijo -Esa es mi chica-.

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VIII

-Ya no quiero volver a dormir-

E hice miles de pasos en la vigilia.

-Debes dormir, Nina. Lo necesitamos-.

El viento suspendía médanos pequeños a la altura de mis hombros.

-Si no duermes, Nina, tú y yo desapareceremos-

Se endurecían mis ojos.

-Debemos llegar, amor, voy a tenderme a tu lado y voy a procurar que vuelvas-

 

Desperté junto a No. Qué noche, me llevó a una plaza llena de luces. Todo brillaba, todo, hasta las personas, parecían cosas vidriosas. Como No había salido, volvió cansado. Durmió en el momento en el que se acostó en la cama. Yo me acosté junto a él y me quedé dormida pronto junto a su vapor oloroso a carne frita.

Empuñaba algunas semillas para no tener hambre.

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IX

Caímos rendidos junto a una parvada de lechuzas albas.

Estábamos desnudos.

-No vamos a morirnos hoy, Nina.

Abrió con su dedo un venero en el suelo. La pátina del agua se alargaba sobre la tierra como una mancha de leche.

Casi llegamos. Me señaló con el dedo una región verde en la distancia. Los olivos parecían explosiones.

-Ya casi llegamos.

Seguimos caminando. Levantó una rama seca y dibujó con ella una línea que se borraba con el polvo de nuestros pasos.
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X

 

A veces No me hacía olvidar por qué lo odiaba. A veces sus manos no eran el diapasón de acero y el viento otra vez corría entre su pelo como un ser vivo. Esos días la pasión me obligaba. Subía en su enorme cuerpo estriado y lo cabalgaba como a un animal puro. Comíamos limones dulces, veíamos crecer la enredadera plaga de la vecina. A veces con No olvidaba que el hombre no nace misericordiosamente. Me cubría con su cuerpo siempre húmedo la espalda y me ocultaba ahí, en su morbidez, de Dios y del mundo.

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XI

-Caminabas dormida, Nina, dónde estabas.

-No lo sé

Los olivos se acercaban y nosotros debíamos ser para los tordos puntos oscuros en un plano.

A veces No aparecía en la llanura como un recuerdo o una línea muy tenue que me hacía bajar la vista o detenerme.

-Vamos, amor, ya falta poco.

En el sueño tenía un nombre: Nina. Mi nombre dicho por él sonaba como un presentimiento.

Bajó el ritmo de su paso y señaló un lugar en su vientre.

-Ya hay una grieta que suena, debemos llegar pronto.

Se puso en cuclillas y me subió a su espalda, caminamos así hasta que su cabeza golpeó con el piso. Se detuvo y mientras yo ponía un pie en suelo firme, dijo:

-Te amo, Nina.

Hubo un eco y una luz.

Lo dijo y no hubo multitud que lo intentara profanar.
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XII

En este mundo, No poseía los sentimientos más toscos.

Decía: Te amo. Y la frase era como la caída de una flor en mis narices.

Por eso me gustaba el silencio.

-Sh, No. Lo sé. Yo también a ti. Lo arropaba con una sábana cubierta de mi sangre y abajo de ella lo acercaba a mí para que me deseara.

 

Inquieta y exhausta podía volver a él, en la llanura blanca, que me contaba historias de un lugar amargo:

-No ha existido una palabra en ese mundo que la multitud no haya intentado profanar.

 

(…)

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Datos vitales

Clyo Mendoza Herrera, Nació en 1993 en Oaxaca. Estudia Letras Hispánicas. Ha publicado en antologías nacionales como Poetas parricidas (2014), de la editorial Cuadrivio, en Asamblea de cantera (2014), de la editorial Cantera verde, en la Antología en Homenaje a José Emilio Pacheco (2009), de la misma editorial. Ha publicado en revistas nacionales y en la revista argentina “La Avispa”. Nada aguas que son las mismas desde su creación y no se gana la vida de ninguna forma.