jueves, 30 de abril de 2015

El tigre entre los bambúes

“Mi sensación al intentar escribir un poema es siempre la de estar ‘de caza’ o tratando de aproximarme. Cuando mentalizo la idea de un poema procuro ponerme en total disponibilidad (aunque infelizmente eso no siempre se puede) y trato de hacer el menor ruido, el menor movimiento posible, digamos así,para no espantar al bicho. (...) Escribir un poema para mí es exactamente eso: ver las rayas pasando por entre los bambúes e intentar, a partir de ellas, adivinar (y mostrar) el tigre entero, ya sabiendo de antemano que el poema será tan solo el resultado fugaz y aproximado de ese vistazo previo incompleto”. Claudia Roquette–Pinto

Sao deles os unicornios

The eye of the dreams - Radek Inny


Os artistas

Os artistas são aqueles que veem
Chifre em cabeça de cavalo:
São deles os unicórnios.



O lobo mau

Tinha orelhas grandes
Mas não eram para me ouvir
Melhor
Tinha nariz grande
Mas não era para me cheirar
Melhor
Tinha mãos grandes
Mas não eram para me acariciar
Melhor
Tinha boca grande
Mas não era para me comer
Melhor
Sentei-me na soleira da porta
E devorei a cesta.



Penélope no último dia

Esperar Ulisses
Sem fios
Esperar Ulisses quando sem mais não alcanço senão
Minha agulha
Prefiro bordar, Ulisses
Enfiar na borda o vermelho púrpura
Onde talvez se banhe, oh, não!
Achem para mim meus cabelos, escravas
Preciso tecer de loucura o furor que entre
As pernas soluça: Ulisses
Preciso aplacar o calor que mesmo agora no frio
Nua
Desfiei minhas vestes...

É muito o tempo
Todo o tecido apodreceu...

Levem-me ao mar.



Branca envelhece na neve

Morta, aguardando sopro
Beijo alheio de vida
No féretro

Somente os chilreios dos pássaros
No péssimo humor, desapercebidos

Há tanto tempo passam homens
E bolinam, mesmo copulam
Muitos
Com a morta

O corpo duro não repõe
Fluidos
Não há o rosto angélico do que foi
Outrora:

Cada vez mais é mulher
No espelho.



Para a enteada

O espelho, espelho meu
Dizia que qualquer uma
Era mais bela do que eu

E eu acreditei anos a fio
Nesse presente
Que a Madrasta me deu.



A princesa e o mentiroso

Enganou-me dizendo que tinha
Fazendas
Lavouras que administrava ele mesmo
Mas
Tudo que tinha
Era
Um gato
Em que calçava botas para não dar a entender que
Sua consciência era escrava

E cá estou eu
Dormindo com o
Nunca havido
Marquês de Carabás.



(poemas do livro Fábulas para adulto perder o sono)




Adriane Garcia, nascida em Belo Horizonte/MG, em 1973. Historiadora, funcionária pública, arte-educadora, atriz. Escreve poesia, infanto-juvenis, contos e dramaturgia. Venceu o Prêmio Nacional de Literatura do Paraná, Helena Kolody, com o livro de poesia Fábulas para adulto perder o sono. Escreve aqui.
Publicado por

A poesia vem falar

 
 
 
Em trapos
A poesia vem falar de dinheiro
A poesia vem falar de fé
Da reumática e ensurdecedora
Que cala e medra
Melhor:
A poesia vem falar de
Ignorância
A poesia vem falar de
Calamidade
A poesia vem falar de
Maldade
Daquela de um ser humano que
Enfia uma faca no corpo do outro
E gira
Só pra ouvir o grito
Daquela que amarra no tronco
Tortura e faz plateia
Só para ver as caras de desolação
A poesia vem falar de
Exemplo
A poesia vem falar de lixo
Despejado no mar no espaço no estômago
Vem falar de grupos econômicos
De agronegócio
De corrupção
De ursos polares perdidos
De remédios que já existem
E que os doentes não tomarão
A poesia vem falar
Da falta de toda poesia
Que há neste mundo que
Não abriga poetas
Nem gente de bom senso
Que não acolhe os grandes
Nem os pequenos
A poesia é uma desterrada
E vem falar
Sozinha
Sobrevivente andarilha
De um armagedom
Que já houve
(Não. Ninguém pronunciará amor)
A poesia vem falar de loucura.





Adriane Garcia
Imagem de Ray Caesar

miércoles, 29 de abril de 2015

Huevo de tortuga en la marea

BÁRBARA BELLOC


Barbara
Posted by Picasa






Poemas



()
puro
dueño del tiempo
puro.
saeta que no se detiene
ante la sombra
luminosa
de la piedra:

a tus aguas mis deseos son
como moscas,

espuma,
halo de espuma.


(de "Río Ipoh", en Ira, 1999)



"Santa"

Clamando al cielo de la pampa "santo, santo, santo"
pasaron las nubes, las calaveras
pasó mi hora, pasaste
mi pasado pasó.
Sin dejar huella
sin seguir rastros
llegaron santas
las estrellas.


(Inédito, 2002)



22

Ni un paso atrás

Poco a poco la luna me conquista.
Sueño despierta con una guirnalda lunar.
El cielo entra a mi casa cada noche
cada noche me cruza con flechas el río.

Quiero un poncho del color de los caminos.
Quiero un poncho hecho de lana de la luna.
Un velo más de la cebolla menos un pétalo, un paso
sin huella.

Mi corazón no tiembla, roca.
Huevo de tortuga en la marea.
Hondo pozo seco en que perdí mi alma, cráter
y tanto...

Madera blanca, hongos blancos y el olor del viento.
Desde el norte las estrellas.
Lucero.
Chatarra.

No soy nada.
No deseo más.
No cuido rebaños.
No sé nada de eso.

Manda la luna: abro la mano, pasto de caballos, y está ella.
Me voy a echar a correr para que me persiga.


(de Espantasuegras, 2005)



Poética

Las palabras se hacen con palabras.



Nota bio-bibliográfica

Bárbara Belloc (Buenos Aires, Argentina, 1968), publicó Bla (Último Reino, 1992), Sentimental journey (La Rara Argentina, 1995), Ambición de las flores (Tsé-Tsé, 1997), Ira (Nusud, 1999), Orang-utans (La Rara Argentina, 2000, con Teresa Arijón y traducción al inglés de Hillary Gardner), y Espantasuegras (Pato-en-la-cara, 2005); Tribus porteñas (Perfil, 1998); y Obrero artificial (con Mónica Girón, 2000).
 
 

No reveles tu secreto al que sujeta la rienda

Óstraca (poesía reunida)
Teresa Arijón

-poemas seleccionados por la autora y una
Presentación de Bárbara Belloc-
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Para la presentación de Óstraca, obra reunida de Teresa Arijón
Una de las primeras veces que nos vimos con Teresa, cuando recién nos habíamos conocido en persona, casi 20 años atrás, pasamos buena parte de la noche rodeadas de discusiones intelectuales (o algo parecido) y jugando felizmente entre nosotras al fideo-fino. Algunos de los presentes entonces se mostraron molestos, tal vez por nuestra conducta o por otros motivos, otras conversaciones paralelas; esa noche, como otras, el mundo no importaba, existía; el cielo primaveral estaba abierto como una boca; y la boca de Teresa me ayudaba a no perder el equilibrio después de tantos y tantos giros: yo miraba su boca, y en ella no veía un misterio, sino la evidencia de un misterio.
Se trata de la poesía
Como al genio de la lámpara, a la Poesía (con mayúscula y en letra impresa) pueden pedírsele viajes, realizaciones, la fama de ánimo ligero, o el oro al pie del arco iris. Pero a la Musa, ningún favor. Sin contar su talante legendario, la Musa es hoy tan extemporánea como las momias tibetanas que se convierten en polvo al tacto del aire, las ogresas del fondo del mar, los dragones; una criatura de bestiario, nada sagrada. Desde el momento en que las vanguardias históricas rasguñaron el aura del arte capitalista, a partir de allí leemos (y escribimos) una poesía cuyo cuerpo está cruzado de flechas. Poemas frágiles como organismos vivos, sin un correlato trascendental o socialmente viable.
Tiramos al blanco a nuestro propio riesgo. Y en el mejor de los casos, esa acción con la palabra hace su carne leve y rotunda, la voz, su mensaje, su ritmo: un poema. Paradojalmente, como al principio de todo. Pero distinto. Será que la lírica es interminable, y sus maneras, misteriosas. Sólo hay que encontrarlas. Como Teresa encuentra poemas en las palomas comunes de ojos rojos, los gestos de una mano, y los escribe para que a su vez los encontremos.
Se trata del Misterio.
El que sólo puede ser intuido, y así transfigurado, transportado (de los hechos al lenguaje, de la partitura al sonido), y acaso por eso mismo puede ser portátil: un verso aprendido de memoria, una estrofa que se crea cantando (o hablando para sí), un pensamiento claro que se expresa claro, y existe. Como los poemas existen cuando los leemos, y misteriosamente siguen existiendo a oscuras, en el libro cerrado y en los ojos cerrados, incluso en el olvido de ellos o en la oscuridad de una época que no tiene espacio para hacerlos sus soles. No por casualidad, mientras escribo esto leo en un libro de Wittgenstein: “Las obras de los grandes maestros son soles que se levantan y se ponen en torno a nosotros. Así, volverá el tiempo de cada gran obra que por ahora haya declinado”. La lección luminosa del maestro paralógico, como las del maestro de Cusa, Eckhardt y el zen: el círculo, el misterio del círculo cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia está en ninguna.
El poema vivo.
¿Qué escribir sobre lo escrito, sobre lo que ha escrito quien firma los versos que componen el libro que se presenta ahora y tantos otros poemas inéditos y publicados de forma dispersa?
Desde ya, ninguna explicación. Ni precios, ni genealogías de papel y tinta. Sobre lo escrito por Teresa, necesariamente, la última palabra de Óstraca: “porvenir”. Sin los balbuceos de Blanchot ni alta costura mediante. O a lo sumo, alguna línea de san Antonio (se entiende que es Machado), o de aquel portugués exuberante y sobrio de los heterónimos, o del vidente militante Pier Paolo. Esa clase de porvenir oblicuo, como la veladura de una pintura que una vez descubierta permite ver un más allá del primer plano. El porvenir que cruza la frontera, el presente-limite, y enciende la línea de pólvora que anima el fuego inextinguible de las palabras que se requieren para nombrar, diría Ana Cristina Cesar, “...los límites del romance realista. / Los caminos del / conocer. / La imitación de la rosa...”.
Además de leerlos, muchas veces vi a Teresa escribir sus poemas. O notas. Páginas enteras. O raptos anotados con una letra rápida de reptil, de animal que trepa la roca en un solo impulso, natural, genuino. Teresa escribe sus poemas de esta manera, y vive de esta manera la mayor parte de los días, porque ya sabemos que días y noches tienen sus remansos, sus lunas, sus agujeros negros, y también sus horas mejores. Las horas en la escritura. El tiempo que se vive.
Llevada por el efecto de los poemas de Teresa, para esta presentación no me valgo del recurso más común, el de citarlos. Confío simplemente en que su lectura nos enseñe las palabras en su sitio. Pero no puedo dejar de invocar la fórmula que para mí cifra mejor su técnica, que es su ética, y que aparece en un poema que lleva el título “Amor”: “como escribir un poema en la mañana fría; / como no escribirlo y dejar que suceda”. Así es.
Como es sabido (o no), “óstraca”, plural del griego “óstrakon”, es el nombre que se daba en el mundo arcaico a las piezas calcáreas o los fragmentos de cerámica (restos de vasijas rotas) sobre los que se aprendía a escribir o pintar en las escuelas de poesía y pintura. A partir de este dato, propongo tres hipótesis. La primera: “escribir o pintar”, en el caso de Teresa, no son sinónimos, pero sí términos intercambiables, espontánea, fácilmente, pues así surge en ella el rasgo expresivo. La segunda: “aprender a escribir o pintar”, en el caso de Teresa, es el ejercicio propio de un poeta o un pintor, puesto que el verdadero maestro jamás olvida su calidad de aficionado.
La tercera: “escribir (o pintar)”, en soportes que reconocemos perecederos, versos fugaces o densos como líneas, colores rotos o plenos es, en el caso de Teresa, un acto coherente a una política. Y por ende, a cierta idea estética y poética. Por eso estas Óstraca reúnen, bajo el lema del fragmento, las piezas íntegras de sus libros anteriores más unos cuantos inéditos, como un manifiesto de improviso, juegos de palabras en la arena, arena que corre en el cuerpo del reloj.
En cuanto al tiempo, este libro alberga desde un poema de 1979 hasta otro prospectivamente fechado en 2012, en un orden cronológico fiel a la experiencia del tiempo mismo, valga la parábola. Un lapso de 33 años de escritura discontinua y continua que a partir de hoy, además de consolidar la fidelidad de sus lectores de siempre, dejará su huella en otros nuevos lectores, otros poemas por venir, y así sucesivamente. Años atrás, un poeta que nos une, Arturo Carrera, me habló de Mallarmé y del poema que al leerlo recrea la impresión de estar siendo escrito en ese mismo acto. El poema vivo. La palabra que religa actos dispersos y correspondidos. Esa pura libertad del azar que acontece en los poemas de Teresa. Como la libertad del mar.
¿Qué podría desear yo para poeta y libro? Desde siempre: un largo y venturoso porvenir.
Y también lo que pedía al animal del mar la griega Erina: “Pez piloto, tú, que envías a los navegantes/ en travesía una buena travesía, pez:/ no dejes de escoltar a mi amiga temeraria”.

Bárbara Belloc
Buenos Aires, 11 de noviembre de 2011
*
Óstraca (poesía reunida)
Selección de poemas por Teresa Arijón

De: Salvados por el fuego - tres inéditos
•)
axolótl estático /
no reveles tu secreto al que sujeta la rienda /
del caballo / no te dejes tocar por el dedo ocioso /
que agita el agua de tu estanque / sin hojas y sin viento /
axolótl muerto /
dame la fuerza de lo ilusoriamente inmóvil /
la aquiescencia de la piedra bajo el cielo.

•)
agua de rey /
agua bendita /
agua que bautiza los cabellos /
agua limpia de río en la pata del hurón salvaje /
agua mansa del cielo /
apartame de la cifra del veneno /
alejame del olor penetrante del veneno /
que hostiga y roe las entrañas de la rata /
apartame de su destino /
de flecha /
que no dará en el blanco /
porque nunca hubo blanco /
sólo henares cautivos del sol /
y galpones repletos /
de granos dorados después de la cosecha /
sólo el festín inocente de quien no pidió ni le fue concedido.

       
De: OS  (Málaga, Puerta del Mar, 2008)
Parte I
La vida nueva

•)
si fuera hombre usaría
la navaja de mi abuelo para afeitarme —
rozaría lentamente el hueco del mentón,
trazaría los ángulos del rostro con precisión de esteta.
Ha de ser un magnífico ejercicio de conciencia y de pulso
mirarse cada día al espejo,
navaja en mano.

Parte II
Escrito en Mojácar y Último poema de amor
i
dice que, ahora,
cuando el viento sacude las plantas
y hace caer hilillos de hojas
sobre las baldosas —
dice que ahora
su vocación es lavar ropa
de madrugada —
un concierto de baldes, agua y espuma de jabón,
telas varias y sus manos —
pequeñas como la menta
y perfumadas de un aire que ya no habito;
sus manos, digo,
en tareas rotundas, familiares
que aún se niegan al reparo del olvido.
de noche, no muy lejos
de la casa donde hoy vivo
ella lava su ropa como si soñara.
luego escribe — describe los colores
la selva de humo y silencio
el correr del agua por la rejilla
y las baldosas rojas —
mansas y delicadas como el viento
que noche a noche roza sus manos
como queriendo avivar el fuego
entre uno y otro corazón.

Parte III
tamborcito tacuarí
Para un poeta así, lo mejor sería hacerse soldado.
                                                           Marina Tsvietáieva


•)
contar la historia como quien cuenta
los hilos de un monograma bordado,
la embestida trapera del puñal,
la vaga exaltación del alma en su noche oscura —
promesa incumplida de un destino
que va del polvo al polvo.

•)
encendido está el viento — con paciencia
persistente lleva chispas furiosas
que formarán hogueras —
vueltos ríos de fuego arderán los pastizales,
entre los alaridos de los monos pequeños
y el vuelo de los loros en bandada.
como si cargara un costal de arena, una bolsa
que por su volumen esconde una trampa,
el no nacido llega al tope de las casas,
el límite furioso, el alambrado, el agua.
un animal en celo recorre los ijares del centauro
en el cielo profundo de la pampa —
revela en rebeldía los cascos orbitales
la ensoñada pasión de la flecha
que no dará en el blanco.

•)
enredado en los fueros de la patria,
cimarrón sin traílla, la pelambre salvaje
a manotazos —
el no nacido inicia su carrera sobre el llano.
siempre de cara al sol y a los salares,
a la extensión deseada donde luego habrá alambrados —
límites tendidos por los esclavos de la guarnición,
los rasos sin sosiego que empalman, pesarosos,
el via crucis del cuerpo.
como si fueran rutas, caminos
hacia nunca.
cabos sueltos.

•)
sabe que más al sur están los témpanos —
lo más blanco del blanco —
recorre paisajes dislocados —
trazados de rieles
veloces siempre vacíos.
solos, algunos árboles salvados de las tormentas
puntean el desierto negro
arrasado por vientos del oeste.

•)
el que no nació y empero
olfatea con saña, como perro o hurón
la historia de un país —
los hechos inasibles,
el cánon siempre inhóspito que cifra realidades
contenidas en voces, en cielos, en temblores —
itinerarios lanzados al pavor de la llanura,
la pampa bárbara de las múltiples conquistas,
del malón
y sus noches estrelladas.
(…)

De: POEMAS Y ANIMALES SUELTOS  (Buenos Aires, pato-en-la-cara, 2005)
•)
Siempre amé a los que amaban la tierra. Por ejemplo,
a los cazadores de jirafas del desierto de Kalahari, que ven
en las manchas del pelaje las de la luna, y en la carrera
atroz
frente a las lanzas la estampida de la propia muerte.
Siempre admiré las raíces de los árboles, pero más
admiré las ramas, y más aún las hojas y la flor perecedera.
Lo que se va y no queda
sino en el ojo de la mente,
o en el alma, según la religión.

•)
Todo fue escrito. En Singapur ofrecen
un banquete a los monos durante dos días;
el resto del año se ven obligados a mendigar
o a robar comida. Así, quisiera para mí el festín —
la gratuidad de la escena pública, ofrecida.

Lawrence Ferlinghetti
Dice que envejece y que percibe
que la vida se muerde la cola,
ouroboros en la frágil insistencia de la luz.
Dice que envejece y ya no compite
por el limbo inmortal de las palabras
y que ahora, bajo la piel rugosa y las alas
que el viento abrió en sus ojos,
el único desafío es el cielo.
Dice que envejece y que no ignora
que las puertas se cierran y se abren con rítmico abatimiento.
Que va a leer lo que no sabe en el caparazón de una tortuga,
en la constelación salvaje que alumbra la pampa salvaje,
en el sonido que el cielo se traga
y devuelve en ecos.
Dice que el poeta es un pescador
para quien el cielo está despejado
aun si está cubierto.

Gary Snyder
Rastro de conejos
rastro de ciervos ¿qué sabemos?
¿Qué sabemos en la noche helada
bajo los pinos,
recitando el poema de Leopardi
con memoria vaga, viendo
las estrellas limpísimas que acaso
anuncian la aurora boreal?
Rastro de osos
rastro de linces ¿qué sabemos?
¿Qué sabemos cuando la nieve quieta cubre los vidrios
y sólo se oye el sonido del cielo, afuera, lejos?
Rastro de alces
rastro de nutrias ¿qué sabemos?
¿Qué sabemos a la mañana siguiente, en cuclillas,
contemplando el lago donde el zorro se mojó la cola
sólo para demostrarnos que hay cierta verdad
en las palabras?

Amor
I
No cabía en sus manos, no cabía en sus pies, no cabía en su
alma cuando vino. Como una cebra montaraz, pequeña, como
el pelaje de una oveja descarriada. Como escribir un poema
en la mañana fría; como no escribirlo y dejar que suceda.

II
Deshizo para siempre el emblema de la memoria e incendió
las tierras alambradas, buscó el néctar pasado entre el humo
y no encontró nada. Antes de irse, rompió el cántaro y selló
la fuente.

III
Vino y trajo el mundo nuevo, y hablamos de ciudades como
cartas marcadas, de Praga y de Lisboa y del tren que nos
llevaría a Cascais mientras leíamos como si fuéramos un
poeta cetrino y su fantasma. Como si fuéramos la piedra y
la honda. La taza de plata de la que bebe el ogro y la medalla
de oro que luce la ogresa. Lo que se oculta y nombra. Lo que
nombra y lleva.

IV
Vino como el tumulto salvaje del corazón salvaje, y me hizo
conocer el relámpago y la selva verdadera, y olimos el aire de
una gruta donde duermen murciélagos centenarios.
Vino para hacerme tocar el río austero, enemigo y reflejo del
cielo. Vino para nombrar a Héspero, la mirada del vigía
en la tormenta, el filo del cuchillo en la penumbra de una
casa ajena.
Vino para secar el mar amargo, para que la sagrada espesura
del bosque vuelva a cerrarse, para que el lobo rompa su
clausura como quien congela el metal de un candado
y lo parte en dos.


(…)

Hasta que la muerte nos separe
de este cuerpo mortal, quedan un par de cosas por hacer.
Por ejemplo, dejar que la cigarra cante su canto
por enésima vez este verano
y no contrariarla. No leerle la fábula de la hormiga
precavida y rencorosa que, en vez de cantar,
eligió alzar un imperio.
Después, todo queda en la vidriera.
Hasta el sol de las mejores mañanas.
Después, no hay un mañana mejor.
Ni hay mañana.

Amor
¿Seré acaso la campana que soñaste,
ese fragmento de materia ciega
venido de otro tiempo para tañer despacio,
opacamente y solo —tal vez— para tu oído?
¿Seré ese caballo desbocado que sin freno
atravesó el paisaje en pleno mayo
para caer a tus pies?
¿Ese destino esquivo
de una campana antigua y su leyenda?
¿Un caballo en el fondo de un pozo
en la noche perfecta?

De: ALIBÍ   (Buenos Aires, La Rara Argentina, 1995)
+ OTROS POEMAS DE LA ÉPOCA

•)
Ahora
queda, como un jirón de seda,
la gota en el fondo de la alberca,
las hojas
que dan rumor al viento,
el movimiento
en la estela, y las horas
de la abeja.

De: Ars poética

(2001)
Que el poema sea, como en el sutra, revelación de lo evidente:
“no hay luna en el agua; la luna que se ve reflejada
es creada por el agua”.
Como los budistas contemplan los mundos: llama vacilante,
sombra, eco, espantapájaros.
Como el espejo reluciente del zen,
que en ningún lugar resplandece.
Como el puente del koan, que fluye donde el agua no fluye.
Como el canto de las ranas y la luz de la luciérnaga.
Como la lluvia, como las primeras marcas
de las gotas en la tierra seca.
Como la hiedra falsamente infinita que desemboca en el
castillo del ogro. Como la ogresa medieval que amamanta
al lobo. Como el lobo feroz que lleva su corazón de tela
cosido en el pecho.
Como el regalo en la tradición japonesa — la caja que puede
contenerlo todo, es decir nada — “suspendido entre dos
desapariciones” (la de quien lee, la de quien escribe).

(2007)
la disciplina del campo,
el manso afán de quien excava y encuentra
tierra cada vez más fresca.
aprendices de la oscuridad, las liebres
roban lo que ha sido cultivado, desconocen
el principio de autoridad. Refractarias
anhelan el orden generoso que los cultivos proporcionan,
áspera luz que recorta o define el futuro.

Fresco de Akrotiri  -Santorini- Grecia
Fresco de Akrotiri  -Santorini- Grecia
De: Teresa Arijón
Óstraca (poesía reunida)
Buenos Aires, Curandera 2011
180 páginas
300 ejemplares



Tomado de  http://www.con-versiones.com.ar/dossier_teresa_arijon.htm

Vino para secar el mar amargo

 TERESA ARIJÓN


Amor
I
No cabía en sus manos, no cabía en sus pies, no cabía en su
alma cuando vino. Como una cebra montaraz, pequeña, como
el pelaje de una oveja descarriada. Como escribir un poema
en la mañana fría; como no escribirlo y dejar que suceda.

II
Deshizo para siempre el emblema de la memoria e incendió
las tierras alambradas, buscó el néctar pasado entre el humo
y no encontró nada. Antes de irse, rompió el cántaro y selló
la fuente.

III
Vino y trajo el mundo nuevo, y hablamos de ciudades como
cartas marcadas, de Praga y de Lisboa y del tren que nos
llevaría a Cascais mientras leíamos como si fuéramos un
poeta cetrino y su fantasma. Como si fuéramos la piedra y
la honda. La taza de plata de la que bebe el ogro y la medalla
de oro que luce la ogresa. Lo que se oculta y nombra. Lo que
nombra y lleva.

IV
Vino como el tumulto salvaje del corazón salvaje, y me hizo
conocer el relámpago y la selva verdadera, y olimos el aire de
una gruta donde duermen murciélagos centenarios.
Vino para hacerme tocar el río austero, enemigo y reflejo del
cielo. Vino para nombrar a Héspero, la mirada del vigía
en la tormenta, el filo del cuchillo en la penumbra de una
casa ajena.
Vino para secar el mar amargo, para que la sagrada espesura
del bosque vuelva a cerrarse, para que el lobo rompa su
clausura como quien congela el metal de un candado
y lo parte en dos.


(…)

Hasta que la muerte nos separe
de este cuerpo mortal, quedan un par de cosas por hacer.
Por ejemplo, dejar que la cigarra cante su canto
por enésima vez este verano
y no contrariarla. No leerle la fábula de la hormiga
precavida y rencorosa que, en vez de cantar,
eligió alzar un imperio.
Después, todo queda en la vidriera.
Hasta el sol de las mejores mañanas.
Después, no hay un mañana mejor.
Ni hay mañana.

Amor

¿Seré acaso la campana que soñaste,
ese fragmento de materia ciega
venido de otro tiempo para tañer despacio,
opacamente y solo —tal vez— para tu oído?
¿Seré ese caballo desbocado que sin freno
atravesó el paisaje en pleno mayo
para caer a tus pies?
¿Ese destino esquivo
de una campana antigua y su leyenda?
¿Un caballo en el fondo de un pozo
en la noche perfecta?

De: ALIBÍ   (Buenos Aires, La Rara Argentina, 1995)
+ OTROS POEMAS DE LA ÉPOCA

Seremos pájaros blancos


HILDA HILST

“Somos iguales a la muerte. Ignorados y puros.
Y mucho después (cuando el cansancio brote de nuestras alas)
seremos pájaros blancos en procura de un Dios”                                                                     
Hilda Hilst

XXII

No me busques ahí
donde los vivos visitan
a los llamados muertos.
Búscame
dentro de las grandes aguas
en las plazas
en el fuego corazón
entre caballos, perros,
en los arrozales, en el arroyo
o junto a los pájaros
o en el reflejo
de otro alguien,
subiendo un duro camino

Piedra, semilla, sal
pasos de la vida. Búscame ahí.
Viva.


martes, 28 de abril de 2015

dios nos señale un viejo tren sobre un fantasma de puente

Susana Thénon:




dios nos ayude o dios no nos ayude
o nos ayude a medias
o nos haga creer que nos ayuda
y después mande decir que está ocupado
o nos ayude oblicuamente
con un piadoso "ayúdate a ti mismo"
o nos acune en brazos canturreando que vamos a cobrar
si no dormimos inmediatamente
o nos susurre que hoy estamos y mañana ay también
o nos cuente la historia de la mejilla
y la del prójimo y la del leproso
y la del muchacho lunático y la del mudo que habla
o se coloque los auriculares
o nos sacuda fuerte rugiendo que vamos a cobrar
si nos despertamos inmediatamente
o nos haga el test del árbol
o nos lleve al zoológico a mirar
cómo nosotros nos miramos
o nos señale un viejo tren sobre un fantasma de puente
apuntalado por carteles de pañal descartable
dios nos ayude o no o a medias
o renqueando
dios nos
dios qué
o más o menos
o tampoco




Maldigo todo lo cierto

Maldigo Del Alto Cielo



Violeta Parra



 Maldigo del alto cielo
la estrella con su reflejo,
maldigo los azulejos
destellos del arroyuelo,
maldigo del bajo suelo
la piedra con su contorno,
maldigo el fuego del horno
porque mi alma está de luto,
maldigo los estatutos del tiempo
con sus bochornos,
cuánto será mi dolor.

Maldigo la cordillera
de los Andes y La Costa,
maldigo, señor, la angosta
y larga faja de tierra,
también la paz y la guerra,
lo franco y lo veleidoso,
maldigo lo perfumoso
porque mi anhelo está muerto,
maldigo todo lo cierto
y lo falso con lo dudoso,
cuánto será mi dolor.

Maldigo la primavera
con sus jardines en flor
y del otoño el color
yo lo maldigo de veras;
a la nube pasajera
la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto.
Maldigo el invierno entero
con el verano embustero,
maldigo profano y santo,
cuánto será mi dolor.

Maldigo a la solitaria
figura de la bandera,
maldigo cualquier emblema,
la Venus y la Araucaria,
el trino de la canaria,
el cosmos y sus planetas,
la tierra y todas sus grietas
porque me aqueja un pesar,
maldigo del ancho mar
sus puertos y sus caletas,
cuánto será mi dolor.

Maldigo luna y paisaje,
los valles y los desiertos,
maldigo muerto por muerto
y el vivo de rey a paje,
el ave con su plumaje
yo la maldigo a porfía,
las aulas, las sacristías
porque me aflige un dolor,
maldigo el vocablo amor
con toda su porquería,
cuánto será mi dolor.

Maldigo por fin lo blanco,
lo negro con lo amarillo,
obispos y monaguillos,
ministros y predicandos
yo los maldigo llorando;
lo libre y lo prisionero,
lo dulce y lo pendenciero
le pongo mi maldición
en griego y en español
por culpa de un traicionero,
cuánto será mi dolor.

lunes, 27 de abril de 2015

La soledad de ser una mujer

SONIA SCARABELLI

El arte de silbar


Silbo y al rato un eco se desprende
y como si llegara alto, va y se queda
flotando en el aire.
Silbar no es de mujeres pero él
nos enseñaba a todos por igual,
mis hermanos y yo: silbar, nadar, pescar.
Después crecimos y recuerdo haber sentido
la soledad de ser una mujer
como quien marcha hacia el exilio.
Sobre todo del padre,
que en el sueño de anoche
se aparece de pronto en una ruta solitaria:
diferente y el mismo como siempre,
a la luz de los faros de un coche, dice:
hija, de la vida no se huye. 




El río



Cruzaste el río del olvido, pero
¿te olvidé yo?, ¿me olvidaste?
No, nos vamos sacando esas cáscaras,
esas corazas como de rinocerontes,
las caras que teníamos que poner,
las cosas que teníamos que decir,
y abajo quedan los animales blandos,
hablando en un idioma que es tan nuevo
que me parece que lo aprendo en un sueño
o me lo encuentro por ahí. 




Tranquilidad de hablar



Hablo con la tranquilidad
de los que no tienen que ser oídos,
de esos a los que nadie tiene que escuchar.
Ahora mismo soy como el pajarito
al que no le acierta ninguna piedra,
el pez al que no lo pescan, feliz en el agua.
Las palabras me arropan este rato
que lo paso hablando con vos
y no siento nada de frío
y no me asusta ni un poquito la oscuridad.
Mirá cómo ya todo lo que decimos
se hace de la sombra,
y nadie nos escucha ni a vos ni a mí,
y hablamos muy tranquilos
como si conociéramos la lengua de los pájaros.
Mirá cómo lo que decimos la perfuma a la noche,
igual que si las palabras se abrieran como flores,
como si nuestro idioma fuera una flor rarísima,
de esas que se abren
aunque no haya luz. 



El dibujo



Papá querido, hay cosas
que no se dicen pero a veces
sí que hacemos nuestra pequeña lista
de la desolación, nuestra pequeña lista
de la alegría,
y las colgamos de la pared como al dibujo
de las vidas que quisimos y tuvimos
y de las vidas que no quisimos y tuvimos,
y entonces todo lo que en el corazón sangra y sonríe
brilla sereno por un instante
con esa claridad de las cosas exteriores,
con esa gracia distinta, liviana
que tiene siempre lo que está afuera.



Otra belleza


Mamá, yo ahora tengo otra edad
y me encuentro una belleza distinta,
algo que no viene ni de la noche ni del día,
una manera de ser del cuerpo que se cae:
la carne se va despidiendo de los huesos
(eso que todavía no se nota),
se ablanda y mete un miedo
parecido a la verdad.
A lo mejor es algo a lo que nadie
llamaría belleza, una cosa
que ya no hay, que viene
de todo lo que se cansa y se desgasta,
pero cuando la miro para adentro
¡qué oscuridad más serena
la que me encuentro!
Y a veces, qué ganas de reírme
por ir dejando atrás esa forma del tiempo,
qué ganas de reírme y de bailar
como una muchacha.



Irse 



Mirá, papá, a veces quiero irme
intensamente de unas cosas
para estar en otras.
Quiero salir de abajo de los techos,
y sobre todo
quiero olvidarme de las cosas que se pueden
comprar y vender.
Quiero volverme
cualquier arbolito en las veredas
o perdido al costado de la ruta,
uno de esos perros sueltos, un pajarito
de los que se paran en los cables,
de los que se esconden entre las hojas.
Esas cosas en las que nadie se fija,
que nadie va a mirarlas
pensando en comprarselás:
un yuyal, un reflejo en el agua
del zanjón profundo que vimos ayer.
Un puñadito de cosas
que también las encuentro en el campo
cuando voy,
en la parte de atrás del pueblo,
y que bien miradas, fijate,
nunca son muchas.



Afilada



No estoy lejos, estoy cerca,
pero me afilo
como un palito en la intemperie
y no me ven.
Desaparezco en la intemperie.
No me ve la tormenta
que se revuelca furiosa,
no me ve el rayo, no me acierta.
Soy un palito seco,
una ramita casi nada,
pero el sol me toca,
me lleva el agua flotando suave
y yo me hago lugar donde no hay lugar:
me voy con vos a ese mundo invisible,
y después volvemos en todas las cosas,
lo más tranquilos.




Sonia Scarabelli (Rosario, 1968) publicó los libros de poemas La memoria del árbol (2000), Celebración de lo invisible (2003) y Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras (2008). En 2009 publicó la crónica La orilla más lejana. Los poemas aquí incluidos pertenecen al libro en preparación El arte de silbar.>>

Cardumen ondulando en danza bajo el sueño

SONIA SCARABELLI


Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras

¿Será cierto
que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras,
serán ciertos
los fugitivos actos de memoria
que descubren,
apenas entrevisto,
el amoroso borde
de una forma completa?

Cuando del denso espejo,
de la superficie azogada
que prospera
en toda vida,
emerge un ciego
resplandor de plata

¿qué pez será
moviéndose en lo hondo
el que así vuelve?

¿Qué nota breve
ofrecida por el relámpago,
sesgo
de otra inaudible
pero más vasta música?

¿Rémora en leviatán
o apenas dócil
cardumen ondulando
en danza
bajo el sueño?

¿Hacia qué móvil mar,
hacia qué mayor
misterio quieren ir
de ese modo tan frágil,
si es cierto

que hay flores que prefieren
abrirse sobre aguas oscuras?



Lección

Sabernos ir,
dijo tu voz querida,
todo está ahí,
la clave del decoro
y la nobleza
ganada de una vida
se alcanza en ese gesto.

Cierre final
del círculo, encontrado
un poco de azar
y otro, por coherencia,
por hacerse
el ciego lazarillo
de sí mismo,
poniendo el corazón
al frente de los pasos.

Estas cosas se aprenden,
me dijiste,
en parte de los libros
sí, cuando la palabra
todavía es humana
y no ha perdido
su lustre tibieza,
pero más
te enseña la tenaz
partida de los otros.
Si se van
con dolor o con pericia,
no es lo que cuenta,
importa

ese último momento,
que sin decirse ocurre,
y dicho sonaría quizás
a: Sí, te dejo ahora
y no me quejo,
seguro hubiese
querido más,
qué hacerle,
no se pudo.

Entonces pasa,
justo ahí
se suelta el alma
como un barquito,
una pequeña
barca en aguas
que ni tan frías son
ni tan profundas como dicen.

Yo creo en todo esto,
dijo tu voz querida,
y de ahí tanto esfuerzo
por aprenderlo, tanto
apuro
por no apurarme: quiero
llegar a tiempo.



No la nada

Para Germán Scarabelli
In memoriam

¿Será verdad que sólo
hay un vacío enorme tras las cosas
cuando vemos
subir la luz de un cielo como este
y abrirse el día así? ¿Será
verdad que atrás de estos colores
que el otoño dispersa, la belleza
y el dolor de los cuerpos
un santo ríe y nos espera
gozando de su engaño
con la furia inocente de lo altísimo?
¿Que hay consuelo después
como hay ahora
desconsuelo y salimos
despiertos de este sueño
y no al contrario?

Qué batalla la nuestra
si es tan dulce
a veces
cambiar esas miradas
con la luz
y si también la noche
se siente que cobija
a ratos
lo que nos duele atrás
de lo que somos.

Lo pienso ahora
que parece que te vas
y estás quedándote
al mismo tiempo en todo
lo que veo. Y no se pierde
tu forma, rasga un velo
me digo, que entorpece
mirar lo que está ahí,
lo que sentimos
amar, y cuesta irse
confiar en la ilusión
que, cuentan, es
lo misteriosamente
diferente
y no la nada.



Sonia Scarabelli
Flores que prefieren abrirse sobre aguas oscuras
Bajo la luna, 2008.